Tras el telón

Fuimos dos marionetas cuya única función era bailar en medio del escenario al ritmo de una música que nunca elegimos. Pero allí es...



Fuimos dos marionetas
cuya única función era
bailar en medio del escenario
al ritmo de una música
que nunca elegimos.

Pero allí estabamos, día tras día,
moviéndonos y siendo movidos,
interpretando una felicidad impostada.

Pasaban los años,
y seguíamos repletos de una tristeza que se vestía de cara sonriente,
bailando siempre en paralelo,
sin poder nunca atravesar la frontera
que seperaba tu espacio y el mío.

Pero a veces, cuando acababa la función,
mi mano rozaba la tuya por descuido,
siempre sutilmente,
evitando destapar la prohibida tentación.

Hasta que un día,
después de tanto movernos
sin ser dueños de nuestros actos,
después de tanto seguir la inercia
de unos pasos que marcaban otros,
las cuerdas acabaron por romperse.

Y nos vimos allí, hieraticos e inertes
en medio del escenario,
incapaces de dar un paso por no saber cómo hacerlo.

Pero tú conseguiste reunir fuerzas y te acercaste hasta mí.
Y acariciaste mi cara con tus dedos de cerezo.
Y besaste mi boca con tus labios de ébano.

Y de pronto, estalló el incendio.
Ya no había papeles que interpretar.
Ya no había música ni ritmos que manejasen nuestras extremidades.
Sólo estabamos tu y yo,
sin mascaras ni caretas,
bailando al ritmo que únicamente marcaban nuestros ansisos latidos.

Y la noche fue sucediendo,
envuelta de confesiones ocultas,
de caricias desesperadas,
de sueños que sólo parecian ser posibles en una vida paralela.

Y esque al fin nos habíamos encontrado.
Después de tantos años sin vernos a pesar de bailar en el mismo escenario,
por fin estábamos juntos.

Sin embargo, la noche llegaba a su fin.
Los últimos rayos de luna nos recordaron que nos quedaba muy poco tiempo.
Mañana debía empezar de nuevo la función.
Y nos cambiarian nuestras cuerdas rotas
por unas nuevas.
Y tendríamos que volver a ver la vida a través de nuestras tediosas máscaras.
Y esperar otros diez años a que se desgasten de nuevo las cuerdas,
pero confiando en que esa vez fuera para siempre.

Porque a pesar de las escenas que nos queden por repredentar,
siempre existirá la esperanza de que algún día vuelva a bajar el telón
y al fín podamos bailar sin ataduras
al ritmo de nuestra propia canción.

Quizás también te interese

0 comentarios