La niebla.

El espesor de la niebla a veces es tan denso que no puedes ver ni tus propias manos. Y sabes que sigues existiendo, que debes dar el siguie...

El espesor de la niebla a veces es tan denso que no puedes ver ni tus propias manos.

Y sabes que sigues existiendo, que debes dar el siguiente paso, pero el abismo de la nada siempre asusta.

Sin embargo, el tren se sentía cómodo y seguro sobre los carriles.

La adrenalina de adentrarse en lo desconocido le daba energía suficiente para esquivar los surcos del terreno.

Iba cargado de pasado, volando como un ágila sobre el presente, y dispuesto a adentrarse en los albores del futuro.

Y sabía que podría descarrilar de un momento a otro, o que quizás debería echar los frenos para evitar una posible embestida.

Pero continuaba mirando al frente, disfruntando del paisaje mientras dejaba atrás cualquier exceso de equipaje.

Fuerte. Veloz. Valiente.

No sabemos si al tren acabarán por salirle alas. No sabemos si se convertirá en submarino. Como tampoco podemos tener la certeza de que logre llegar a su destino.

Lo único que podemos asegurar es el momento presente en el que tren rompe el aire para seguir su camino.

Lo demás, sólo lo sabe la niebla.

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