La batalla

Nos creíamos luz y sólo nos hacíamos sombra. Abdicábamos cada día del poder de la desesperanza. Hasta que un día la fatiga de la huida...



Nos creíamos luz y sólo nos hacíamos sombra.

Abdicábamos cada día del poder de la desesperanza.

Hasta que un día la fatiga de la huida acabó con nosotros.

Pero seguíamos creyendo en lo imposible
más que en uno mismo.
Y olvidamos que, sólo con amor,
nunca alcanzaríamos esa meta injustificable.

Nos perdíamos por el camino
empeñados en encontrarnos al final del día,
huyendo de los fantasmas que cada noche,
incansables,
se llevaban un pedazo de nuestros sueños.

Pensábamos que eramos todo aquello
que nadie jamás aprendería a ser.

Éramos los (in)vencibles,
los inmortales,
los guerreros intocables de una lucha de papel.

Sólo nos olvidamos de un pequeño detalle.

No reparamos en que, quizás,
a veces hay que soltar un poco la cuerda
para no abrasar las lineas de unas palmas
repletas de futuro.

Y ahora sólo tenemos unas manos abrasadas
y un corazón que aún se empeña en seguir en la batalla,
pero esta vez sin nosotros. 

Nuestra guerra logró llevarse todo lo que fuimos.
Y ahora sólo nos queda luchar por un honor 
que aún nos mira triste desde el espejo.

Pero esta vez no llegarán abrazos de consuelo tras cada derrota.
Ahora tenemos que ser el uno sin el otro,
el tu sin mi,
el yo conmigo y nadie más.

Esta vez tenemos que volar sin correas,
correr sin grilletes,
para mirar al frente y decir:
"Yo sobreviví a la batalla de mi vida,
y con todas las heridas que me quedan,
al fin camino orgulloso hacia la libertad"

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