¿Y si transformo la presión de mi pecho en mariposas?

Llevo tiempo notando tu ausencia. Empieza a producirme ardores ese cementerio de mariposas que tengo en mi estómago. Tus miradas vacias, tus...



Llevo tiempo notando tu ausencia.
Empieza a producirme ardores
ese cementerio de mariposas
que tengo en mi estómago.

Tus miradas vacias,
tus trastornos tripolares,
tus caricias por lástima,
han ido asesinando una a una
a las mariposas que, un buen día,
llegaron hasta mí
en busca de ese nectar
escondido en mi memoria.

Llevo tiempo esperando a que vengas.
Aún tengo la esperanza
de que resucites  a la mariposa azul
que tenía envidia de tus ojos.
O a la mariposa gris,
aquella que invadía las tardes de domingo
para recordarme que ya no estaba sola,
que ella estaba conmigo.

Echo de menos a cada una de ellas,
pero, sobretodo, a la mariposa verde,
ella era quien inspiraba cada uno de mis versos
posada sobre mi pluma,
pintando cada recuerdo
con el color que tiene
una tarde de verano en tus ojos.

Sin embargo, sé que no vas a volver.
Sé que ya nunca más revolucionarás
a cada una de mis mariposas
con ese paso ligero que tenías
cuando llegabas corriendo
sólo para rozar mis labios.


Sé que nunca volverá mi mariposa blanca,

aquella que me subía hasta una nube
para robarte los sueños cada noche
y así hacerlos realidad al día siguiente. 

Sé que ya nunca más volaremos contigo.

Por eso hoy, en memoria de todas ellas,
decido sacarlas de mis entrañas.
Cojo aire, grito fuerte,
y libero hasta la última mariposa
atrapada en mi garganta.


Ya es hora de dar paso a la
entrada de una nueva primavera.

Quizás también te interese

0 comentarios