No existe telón que pueda disimular
las ganas que tienes de besarme
cuando me miras de esa forma. 

No existen nudos que puedan atar tus manos
cuando quieren escaparse 
por debajo de la mesa
para enseñarme que en mi mundo
aún existe vida gracias a sus caricias. 

No existen promesas que puedan abarcar
todo lo que dice tu sonrisa
cuando se alza majestuosa
al otro lado del bar
para jurarme versos eternos. 

No existen palabras que puedan contar
todo lo que me decías
con tu risa eterna
mucho antes de conocerme. 

Y como no existen telones,
ni nudos,
ni promesas,
ni tampoco palabras
que puedan abrazar todo lo que eres,
me quedo con las noches 
en las que, sin aviso,
me regalas todo tu presente,
con la esperanza de que pueda besarlo
y convertirlo en nuestro futuro.