Sonrisa liberada
4/06/2016Es curioso como la gente
no se sorprende de ver
una cara triste por la calle
pero sí de ver a alguien sonreir.
Y piensan, como si fueran los
descendientes de Platón,
que la sonrisa de esa persona
se debe a algún tipo de locura non grata.
Pero yo sonrío,
y me da igual si a todos los que me cruzo
les pica el bicho de la envidia
porque sus caras tristes están llenas de barreras.
Y sonrío,
porque quizás me viene un recuerdo
juguetón a la cabeza y le apetece
acompañarme hasta mi casa.
Sonrío porque tengo la música en aleatorio,
y de repente suena esa canción.
Suena aquella canción que un día
me ayudó a pintar de colores un lunes.
Y entonces sonrío.
Y como estoy sonriendo,
la lluvia que empieza a caer sin aviso
me incita a bailar con las farolas.
Sin embargo, me cruzo con un señor
sin cara sonriente que prefiere
maldecir a su querido dios
antes que invitar a pasear
a una bonita señora.
Pero yo sonrío,
sigo sonriendo con la esperanza
de cruzarme con alguna cara triste
que decida sacar a pasear a su sonrisa
y así pueda saludar a la mía.
Y sigo sonriendo,
porque hoy tengo una tarde feliz.
Y esque, después de tantos días
de tinta corrida en el papel
por lágrimas que viajaban sin pasaporte,
ya tocaba saludar a la noche
con una sonrisa valiente y atrevida.
Además,
al fin puedo sonreir aunque tu no me mires.
Aún así, espero que la honda expansiva de mi sonrisa
llegue hasta tu isla para quedarse
y te ayude a quitar con una caricia
esa cara triste de domingo lluvioso.
Pero una cosa está clara.
Sonrías o no,
le invite a bailar el señor a la señora,
o no,
deje de llover y me vista de sol,
o no,
yo seguiré sonriendo.
Porque mis curvas son preciosas,
y puedo asegurar
que jamás pondré a dieta a mi sonrisa.
descendientes de Platón,
que la sonrisa de esa persona
se debe a algún tipo de locura non grata.
Pero yo sonrío,
y me da igual si a todos los que me cruzo
les pica el bicho de la envidia
porque sus caras tristes están llenas de barreras.
Y sonrío,
porque quizás me viene un recuerdo
juguetón a la cabeza y le apetece
acompañarme hasta mi casa.
Sonrío porque tengo la música en aleatorio,
y de repente suena esa canción.
Suena aquella canción que un día
me ayudó a pintar de colores un lunes.
Y entonces sonrío.
Y como estoy sonriendo,
la lluvia que empieza a caer sin aviso
me incita a bailar con las farolas.
Sin embargo, me cruzo con un señor
sin cara sonriente que prefiere
maldecir a su querido dios
antes que invitar a pasear
a una bonita señora.
Pero yo sonrío,
sigo sonriendo con la esperanza
de cruzarme con alguna cara triste
que decida sacar a pasear a su sonrisa
y así pueda saludar a la mía.
Y sigo sonriendo,
porque hoy tengo una tarde feliz.
Y esque, después de tantos días
de tinta corrida en el papel
por lágrimas que viajaban sin pasaporte,
ya tocaba saludar a la noche
con una sonrisa valiente y atrevida.
Además,
al fin puedo sonreir aunque tu no me mires.
Aún así, espero que la honda expansiva de mi sonrisa
llegue hasta tu isla para quedarse
y te ayude a quitar con una caricia
esa cara triste de domingo lluvioso.
Pero una cosa está clara.
Sonrías o no,
le invite a bailar el señor a la señora,
o no,
deje de llover y me vista de sol,
o no,
yo seguiré sonriendo.
Porque mis curvas son preciosas,
y puedo asegurar
que jamás pondré a dieta a mi sonrisa.
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