Sonrisa liberada

Es curioso como la gente no se sorprende de ver una cara triste por la calle pero sí de ver a alguien sonreir. Y piensan, como si fue...

Es curioso como la gente
no se sorprende de ver
una cara triste por la calle
pero sí de ver a alguien sonreir.


Y piensan, como si fueran los
descendientes de Platón,
que la sonrisa de esa persona
se debe a algún tipo de locura non grata.


Pero yo sonrío,
y me da igual si a todos los que me cruzo
les pica el bicho de la envidia
porque sus caras tristes están llenas de barreras.


Y sonrío,
porque quizás me viene un recuerdo
juguetón a la cabeza y le apetece
acompañarme hasta mi casa.


Sonrío porque tengo la música en aleatorio,
y de repente suena esa canción.
Suena aquella canción que un día
me ayudó a pintar de colores un lunes.


Y entonces sonrío.

Y como estoy sonriendo,
la lluvia que empieza a caer sin aviso
me incita a bailar con las farolas.


Sin embargo, me cruzo con un señor
sin cara sonriente que prefiere
maldecir a su querido dios
antes que invitar a pasear
a una bonita señora.


Pero yo sonrío,
sigo sonriendo con la esperanza
de cruzarme con alguna cara triste
que decida sacar a pasear a su sonrisa
y así pueda saludar a la mía.


Y sigo sonriendo,
porque hoy tengo una tarde feliz.


Y esque, después de tantos días
de tinta corrida en el papel
por lágrimas que viajaban sin pasaporte,
ya tocaba saludar a la noche
con una sonrisa valiente y atrevida.


Además,
al fin puedo sonreir aunque tu no me mires.


Aún así, espero que la honda expansiva de mi sonrisa
llegue hasta tu isla para quedarse
y te ayude a quitar con una caricia
esa cara triste de domingo lluvioso.


Pero una cosa está clara.

Sonrías o no,
le invite a bailar el señor a la señora,
o no,


deje de llover y me vista de sol,
o no,


yo seguiré sonriendo.

Porque mis curvas son preciosas,
y puedo asegurar
que jamás pondré a dieta a mi sonrisa.

Quizás también te interese

0 comentarios